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Leyendas


     En todos los pueblos con historia proliferan una serie de leyendas de origen popular que intentan explicar el origen de las cosas y de algunos fenómenos naturales. Sobre el origen de ciertos topónimos, sobre la conquista de castillos y torreones, sobre episodios novelescos referidos a milagrosas de imágenes religiosas, a menudo constituyen la tarjeta de presnetación al forastero. Este carácter revelador y educativo es el causante de que las leyendas gocen de gran credulidad entre la gente por muy fantásticas que estas sean.
    Noalejo ha contado con una historia alternativa basada en narraciones legendarias transmitidas por tradición oral que han dado cabal explicación de los momentos más importantes de su historia como es por ejemplo la aparición de la Virgen de Belén.

     Los siguientes temas que se recogen representan una mínima muestra de la pervivencia en Noalejo de ese género universal de la literatura popular fantástica que es el cuento.

 

 

GALLARÍN Y EL TESORO DE ALMAZOR:

     Cerca de Arbuniel pero todavía dentro del término de Noalejo se encuentra el Cortijo de la Torre, al pie del cerro Atalaya, llamado así por la pequeña construcción árabe que en otro tiempo hubo en su cima y de la que hoy apenas se distinguen los muros arruinados de sus cimientos.

     Cuenta la leyenda la historia de un reyezuelo moro que habitó estos lugares y de un gran tesoro que esta tierra guarda en sus entrañas.

     Esto fue en los tiempos de los moros y este cortijo estaba en poder de uno llamado Gallarín, que se había apropiado de un extenso territorio en toda la comarca. Junto a su residencia y en lo alto de un cerro había mandado construir un torreón desde donde divisaba un amplio territorio sembrado de fortalezas y torres vigías, cuyas ahumadas le advertían de los peligros de incursiones enemigas.

     Contaba este jerifalte moro con la amistad y la confianza de un personaje muy principal, Almanzor, aquel caudillo vencedor en más de ochenta batallas, y con frecuencia recibía sus visitas en su escondido rincón de Sierra Mágina. En una de ellas el valeroso Almanzor, en un gesto premonitorio de su trágico final en Calatañazor, le propuso a Gallarín esconder en algún lugar secreto de su propiedad todos los tesoros que había acumulado a lo largo de sus correrías por el suelo penínsular.

     Así fue como con la asistencia de los más allegados súbditos de Gallarín excavaron un profundo subterráneo con cámaras adecuadas donde Almanzor fue colocando todas sus riquezas. Entre ellas destacaban nueve caballos cargados de oro y el famoso collar de la Reina de Nápoles, también introdujo abundante armamento, espadas, monturas como para dotar un grandioso ejército, además de un retrato de todos los moros que durante siglos habían cruzado el Estrecho para pisar tierra española. Pero una vez terminado el trabajo y tras camuflar la entrada de la cueva, Almanzor receló de su amigo y maquinó una tradición que acabó con la muerte de Gallarín y de todos sus colaboradores. Después derribó su palacio y la torre vigía de forma que en poco tiempo no quedó rastro de que aquella tierra hubiera estado poblada.

     Pero no pasó mucho tiempo cuando el ministro árabe tuvo que abandonar las tierras segovianas derrotado y perseguido para ir a encontrar la muerte en las puertas de Medinaceli, quedando su tesoro sepultado en la tierra y solo guardado por el olvido.

     Contaba un anciano, que cuando joven trabajó de mozo en este cortijo, vivía cerca de Cambil una mujer muy rica que tenía mucha amistad con el obispo de Jaén. Solía visitar a menudo al prelado y le llevaba buenos regalos. En una ocasión el obsipo, en pago a su amistad le dio una copia del testamento de Almanzor, que se guardaba en el archivo de la catedral jiennense. Lo curioso de este documento era la descripción tan precisa que hacía de un lugar muy concreto situado a una treintena de kilómetros de la capital y que según unánime opinión podía tratarse de un tesoro.

     La señora guardó el documento en su cortijo con la idea de prestarle atención alguna vez, cosa que nunca ocurrió porque al poco tiempo una grave enfermedad consumió su vida. El cortijo pasó entonces a manos de otros patronos, los cuales descubrieron el documento y lo leyeron en voz alta, cuando sospecharon lo que podía ser guardaron celosamente el papel donde nadie pudiera encontrarlo, el documento decía lo siguiente tal y como lo recordaba el antiguo mozo del cortijo:

     A cinco leguas de Jaén, sitio de la Torre, señas más principales la Loma de las cabras y el castillo derribado en la atalaya que divisa siete torreones. El terreno que allí existe tiene dedos y yemas y rayas en las piedras. Un árbol negro con un tronco muy grueso y unos endrinos. Tres mogotes de piedra hechos de la mano del hombre, uno enfrente de Coloma y los otros al hilo de éste. De uno de ellos baja un carril desmochado de piedras, cuando acaba, a tres metros en dirección al sol saliente, una piedra igual de ancha que de larga tapa un agujero y a continuación un pasillo ancho y largo, no hagas caso de cuanto veas ni oigas, sigue adelante hasta que veas, al final, dos poyos grandes.

     En un principio las pesquisas se dirigieron al castillo de Arenas, en término de Campillo, donde, segúnn cuentan, más de una fortuna se ha derrochado cavando túneles por los alrededores, y aún la vida de algún desafortunado que la arriesgara remontando sus escarpados paredones. Luego las prospecciones cambiaron al cortijo de la Torre pero nadie, que se sepa, ha logrado aún hacerse con tan fabuloso tesoro.

 

EL CUCHARÓN DE OLVIJARARTA
      Hace muchos años vivía una familia en el cortijo de Olvijararta donde también vivía un duende que hacía mil travesuras. Les ponía el azucar en el tarro de la pimienta, el queso aparecía tirado por el suelo para alimento de los ratones.
     Una mañana apareció la casa toda revuelta: en el granero todas las sillas, en la cocina la cama. La cazuela donde la mujer tanía preparadas unas gachas aparecía llena de piedras, sin rastro de gachas.
      -¡Estoy harta! - exclamó la mujer- ¡O se va él, o nos vamos nosotros!.
      Naturalmente se tuvieron que ir ellos, pues no conseguían echarle.
      Al día siguiente todos estaban en el coche camino del nuevo hogar en Jaén, cuando alguien se acordó de que algo faltaba.
     - Creo que se nos ha olvidado el cucharón.
     A esta exclamación una vocecita aguda dijo mientras en el aire se sostenía el cucharón:
     - ¡No os preocupéis, que ya lo traigo yo!
     Era el duende que iba con ellos. Entonces pensaron: Pues si se va a venir con nosotros a jaén, buenos estamos en el cortijo, y se quedaron allí de nuevo.
 
 
APARICIÓN EN EL CORTIJO LOS NEVAZOS:
      En un cortijo (hoy en día en ruinas) llamado Cortijo Los Nevazos y que pertenece a la localidad de Noalejo, vivía José Lara Villares con su mujer María. Tenían seis hijos, era una familia muy pobre, como tantas otras en aquellos tiempos.
      Un día del mes de junio, estaba José en una huerta que tenía detrás del cortijo, vió un hombre llegar y le dijo: Buenos días! y el hombre le contestó: entre usted conmigo que le voy a arreglar la sartén. José se quedó pensando como sabía el hombre que tenían la sartén de hacer el queso rota; le sacó la sartén, a lo que el hombre, de una capacha de esparto que llevaba sacó unas tijeras muy pequeñas y le cortó todo el fondo alrededor, pidió que le dieran una chapa de lata y un clavo camero, de la chapa cortó una pieza justa para el fondo de la sartén y el clavo lo dividió en siete piezas o trozos, con un martillo dorado muy pequeñito que tenía, las hijas de José que estaban allí se reían de ver las dos herramientas tan pequeñas, y el hombre les dijo: !Niñas se de lo que os estáis riendo, del martillo y de las tijeras que tengo! !Este martillo y estas tijeras me las dejó mi padre a mí que era carpintero y con lo que ganaba en la carpintería nos mantenía a mi madre y a mí! Con los clavos remachó la chapa y arregló la sartén, después le dijo a José: !Venga usted conmigo! Ambos salieron a la puerta del cortijo y se sentaron, la sartén tenía el rabo torcido y el hombre sólo con tocarlo lo puso derecho. Volvieron dentro de nuevo, y les dijo a las niñas que probaran la sartén a ver si estaba arreglada, estas la llenaron de agua y por cada trozo de clavo, que tenía puestos, que eran siete, se salían siete chorros de agua, bueno, dijo el hombre, vamos a hacer una prueba que hacía mi padre, tenéis que echar ¾ de litro de agua y tres puñados de ceniza y la ponéis a hervir en el fuego. La sartén quedó arreglada y ya no se volvió a salir. Las muchachas le preguntaron al hombre que tenían que darle, y este les dijo que sólo quería un poco de agua y un pedazo de pan, ellas le dieron el agua y le contestaron que no tenían pan, pues su madre había ido al pueblo a comprarlo y aún no había regresado. Le dijo pues al padre que le enseñara la vereda que conducía a Cerezo Gordo (otro cortijo), el lo acompañó y el hombre emprendió el camino. Pasados unos minutos, el hombre volvió de nuevo, entró en el cortijo y le preguntó a José: ¿Mire usted a ver si me dejo algo?, miraban y no veían nada, salió a la calle y volvió de nuevo a entrar haciendo la misma pregunta, repitiendo lo mismo tres veces y después dijo: !Es que, mire usted, me suelo dejar cosas olvidadas y no es fácil volver más por aquí! Salió del cortijo y se fué por el camino que le había indicado antes José, dejando detrás de el un gran resplandor. Al poco rato, llegó la madre, María que venía del pueblo, con el pan y la compra, sacó las cosas y se pusieron a comer. La mujer no hacía más que mirar a José, este tenía una camisa blanca, y le dice: !José que tienes unas letras ahí! (Maria sabía leer un poco), pero se acercó a ver y no supo leer lo que decían. Llevaron pues la tela al obispo de Jaén, quien les comentó que era latín, y que la traducción al castellano era: “VEN A MI MÁRTIR, CON CRISTO TRATAS, DELANTE DE TÍ ESTÁ”.
      María y José guardaron las letras y la sartén; iba pasando el tiempo y la gente le pedía la tela cuando algún familiar se ponía enfermo, y algunos de vez en cuando cortaban una letra, es lo que me cuenta mi padre (nieto de José), pues la última vez que el vió la tela, faltaban 4 ó 5 letras. ¿Dónde se encuentran la tela y la sartén? José se hizo muy mayor y María murió, entonces este pasaba sus últimos días unas veces en casa de una hija y otras temporadas con otra pero siempre llevaba junto a él las dos cosas. Murió en casa de una de ellas, la cual las guardó hasta que esta también se fué, pasado el tiempo, se encuentran en poder de una de las nietas (prima hermana de mi padre), con lo cual, quien relata esto es la biznieta de José.

 Aparición en el cortijo Los Nevazos

 

 

EL GATO DEL SOTILLO

     Existía en el sotillo un pequeño cortijo en el que vivía un matrimonio llamando Francisca y Antonio. Una noche se les presentó un gato maullando, el matrimonio cansado del gato, le tiró unas tenazas para espantarlo y el gato se marchó. Pasaron unas horas y este apareció otra vez con una venda puesta en la cabeza. Desde entonces el gato sigue yendo allí unas veces con venda y otras sin ella.

 

OTRAS HISTORIAS:



Dar a luz

    En aquel tiempo las mujeres sabían cuando estaban embarazadas por la falta de la regla, ellas no iban al médico y trabajaban igual que si no estuvieran en estado.

    Al llegar la hora del parto éstas buscaban a una mujer que se dedicaba a recoger los niños al nacer, llamadas comadronas y que no tenían estudios sobre el tema. En Noalejo las comadronas solían ser Virtudes, Paca la Cachorra y Seberiana de Tiznones. Pero si alguna de ellas no estaba, cualquier familiar o conocido lo hacía.

 

 

 

Novios

    Cuando una muchacha se echaban novio salía con él cuando el padre lo autorizaban y nunca iba sola, casi siempre la acompañaban las amigas. Se solían organizar bailes para divertirse y estos se hacían en la casa de algún conocido, a los cuales siempre asistían las madres de la muchachas. Cuando se quería bailar con algún chico debían hacerlo bastantes separados porque las madres los vigilaban.

    Cuando el novio de la muchacha entraba en su casa había algunas reglas que debían conocer para no caer le mal a la familia:

    1. Nunca se podían sentar al lado de su novia.

    2. Cuando la madre quería irse a dormir la señal para echarlo era rastrear las tenazas.

    3. Sólo iban una vez por semana a visitarlas.

 

 



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